LAS EMOCIONES Y LA ENFERMEDAD
Son señales internas que nos
permiten adaptarnos al entorno cada vez que algo cambia.
Ejemplo salgo a la
calle para encontrarme con el chico que me gusta pero en algún momento del
paseo lo veo con otra chica. Mis sentidos entonces van a mandar la información
a mi corazón, que la envía al tronco cerebral y allí desencadena una reacción
química y hormonal: mi sangre hierve, mi pulso se acelera, la adrenalina sube…
Tengo ganas de insultarle, de preguntarle a gritos cómo me puede estar haciendo
esto.. pero en lugar de eso, como soy civilizada, mi tronco cerebral desvía la
señal hacia otra reacción y acumulo esa energía no expresada en mi interior.
Qué estoy haciendo, estoy ahogando mi señal interna de ira y dolor.
Las emociones que no han sido
expresadas se acumulan en los órganos a los que corresponden, modificando su
química, restando energía hasta acabar en una somatización. Las emociones
cuando son negadas acaban en una localización corporal definida.
Es esencialmente, gracias a la
medicina chica, a la Nueva medicina de Hamer y sus sucesores, a la rediestesia,
a la kinesiología como se ha podido averiguar que cada emoción, con su
contenido impacta en una zona muy concreta del cerebro y a un órgano particular
regido por esta zona.
Por ejemplo, sentirse culpable
como pareja crea un dolor en el hombro derecho para los diestros mientras que
si es el hombro izquierdo el que duele es provocado por un sentimiento de culpa
como padre o madre.
Lo que libera una emoción, es llegar al pensamiento o creencia que la generó.
Si observamos los trances de
nuestra vida, podemos apreciar que gracias a esos aparentes reveses, nació en
nosotros algo que antes no estaba y que nos abrió a una mayor plenitud y sabiduría.
La vida tiene la cualidad de llevarnos a un camino de crecimiento. Si miramos
nuestra vida vemos que todo lo que nos ha pasado tiene sentido y ha estado bien
diseñado porque podemos decir que siempre hay una inteligencia superior que lo
mueve y lo ordena todo. Por ello es preciso empezar a reconocer nuestras vidas
como un viaje donde cada etapa tiene sentido, donde cada acontecimiento tiene
un significado.
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